El castillo ambulante

Sebastián Coba

 

Hace dos millones y medio de años los homínidos daban un salto biológico que devendría en una transformación social y por lo tanto cultural. Ya se podría designar como primer hombre al ser que geográficamente se localizó en lo que hoy es África. Comprendiendo que el planeta Tierra para los geólogos tiene ciclos de glaciación y calentamiento, fue hace 12.000 años aproximadamente, es decir en el Pleistoceno, que los nómadas tuvieron que pasar de la caza a la crianza, de la recolección al cultivo. Si bien cada tipo de sociedad u organización social produce a su sujeto y en tanto a sujeto comprendemos al hombre, ¿no han existido ya una serie de últimos hombres? ¿Existe una suerte de eterno retorno del hombre? Hace 6.000 años, para el homo erectus las nuevas técnicas en la agricultura le permitieron producir un excedente en su agricultura y ganadería; esto a su vez facultó al hombre con su sociedad a crear y mantener religiones, con ellas vendrían las guerras y con estas finalmente los especialistas.

 

 

Especialistas como los sumerios que transitaron de la vida en pequeñas aldeas a ciudades con miles de habitantes. Entre los antiguos egipcios también se puede ver el uso de los ríos para la irrigación en la agricultura, el establecimiento de rutas comerciales, la escritura, y la creación de registros simbólicos instituyendo un orden, siendo estos elementos tecnológicos y culturales los que determinarían su rol en la historia. La historia marcada por el desarrollo técnico o la acumulación del conocimiento, acompañado por la competencia con otras formas de organizar la sociedad, donde la guerra emerge como su relato. Los relatos de los imperios como el Aqueménida de los persas, el Maurya hindú, el chino Qin, los macedonios, griegos y romanos estuvieron marcados por la forja del hierro como elemento constitutivo de su salto tecnológico. Sin embargo, estos grandes imperios se desintegrarían al igual que su sujeto, es decir su hombre.

Gran parte de lo que hacemos es inevitablemente repetitivo y predecible, pero la historia nunca se repite exactamente y antes que nada es creación y auto creación; cada coyuntura histórica es única. En Europa, el nuevo hombre posterior a los imperios clásicos dio paso al hombre medieval que rondaría por los años 650 a 1500. La coyuntura fue, es y será marcada por su geografía, lo cual implica una relación íntima con el mar. Entre cruzadas y Yihad, Lores, burgueses y campesinos en el feudalismo dieron el paso a las flamantes monarquías, mismas que recibirían un impulso fuerte por parte del renacimiento. Este impulsaría a expedicionarios a matar a su época y a su hombre, es decir, metafóricamente hablando el encuentro con América nuevamente implicaría el sentimiento abismal del último hombre.

Como siempre, ante el advenimiento de una nueva organización de la sociedad, los cambios se vuelven inevitables, la reforma protestante y la contrarreforma, la revolución neerlandesa, la guerra de los treinta años, la revolución inglesa, los estados absolutistas como germen de los estados modernos y la Commonwealth, el caldo de cultivo perfecto para las guerras de los nuevos imperios que marcaron la primera oleada de revoluciones burguesas entre los años 1517 y 1775. Posteriormente vendrían hitos modernos como la revolución estadounidense, la toma de la Bastilla, la revolución haitiana y las revoluciones latinoamericanas que cerrarían la segunda ola de revoluciones burguesas.

 

 

De la revolución industrial en adelante se podría hablar de un sujeto, una sociedad que avanzaría lentamente hacia la globalización, sin embargo, con la caída del estalinismo y el muro de Berlín, el neoliberalismo como forma de organizar la economía y todo lo que a ella se conecte en la sociedad, marcarían la cúspide de una guerra fría contenida. El sabor amargo de la victoria del neoliberalismo se vería marcado por otro hito histórico; me pregunto: ¿fue el 11 de septiembre de 2001 el paso a un nuevo sujeto o una nueva forma de organizar la sociedad? ¿Vivimos en el presente del nuevo imperialismo? Las telecomunicaciones, traspasando los límites territoriales de las naciones con su virtualidad y el rol de las ciudades ante el sistema global con sus mercados, permitieron ver este hito en vivo y en directo.Veinte años después la sociedad del espectáculo se encuentra al alcance de un dispositivo. ¿Hablamos de un nuevo hombre que dará paso a otro cuando este se convierta en el último de su organización social?, o ¿es en realidad el último hombre de esta larga sucesión de hombres ante el advenimiento del posthumano?

 

Para los aceleracionistas el posthumano ya habita entre nosotros. Neil Harbisson es la primera persona en el mundo reconocida como ciborg. La tecnología nuevamente da ese giro de tuerca que terminó con tantos imperios; la guerra como su reflejo nos da indicios de lo antihumano en que ella se ha convertido de la mano de la cristalización de la racionalidad capitalista. ¿Cómo medimos la eficacia de una bomba lanzada por un dron? ¿por el número de muertos que produce o por la eficiencia en su relación distancia/trayectoria?

Si en la historia de la humanidad ha sido la coyuntura la que ha variado como metáfora de la forma, ¿es el fondo este tiempo circular causal donde el fin del humano genera a su vez su principio? ¿Será así hasta el fin de los tiempos, éxitos y fracasos marcados por hitos? Nuestro presente incierto ante el advenimiento de los posthumanos inmortales marcan las últimas huellas del último hombre. Pero este ha sido el mismo hombre desde el tiempo en que Esquilo elaboraba su tragedia, nuestra tragedia ilustrada en Los siete contra Tebas; quizá por ello la tecnología busca salir del planeta y terraformar otros mundos. Los límites biológicos del humano no son más que tecnicismos para el posthumano. Actualmente pensar en rehabilitar el planeta Tierra parece cada día más lejano, por otro lado, las misiones espaciales están programadas para estos años se encuentran cada día más cerca. Vivimos en un mundo azotado por múltiples crisis: financiera, energética, alimentaria, y si bien no todas ponen en riesgo la supervivencia de la especie humana, es la crisis climática la que requiere de cambios estructurales. ¿Estamos asistiendo al ecocidio? ¿es inminente el colapso del que habla Pablo Servigne?: vemos en tiempo real como se queman bosques que son del tamaño de países, la violencia contra la naturaleza marca al siglo XXI, así como la violencia contra el humano marcó al siglo XX.

 

 

La naturalización de la violencia durante el siglo XX nos dio al presente la violencia salvaje en ejercicio para todo y contra todo. No sería la primera vez que la violencia es partera de la historia, pero si fuese la primera vez que esta se interiorizara en la sociedad, al punto de que en esa clave podemos entender el sentimiento de vulnerabilidad y amenaza constante fundada en el 11 de septiembre de 2001. Me es inevitable no pensar en el poema LIV de Baudelaire en Las Flores del Mal donde se pregunta: “¿Podemos hacer algo contra el remordimiento, que vive se agita y escarba, se nutre de nosotros lo mismo que una larva del muerto, o que la oruga del roble corpulento? ¿Podemos hacer algo contra el remordimiento?”. Y pienso en que nosotros, los humanos ―el último humano― somos ese ser que se lamenta ante la pérdida de su planeta y que esa larva que crece latentemente es el posthumano. Pero ¿podemos reiniciar el ciclo del humano? Ya en la ciencia ficción, el novelista Stanislaw Lem publicó Fiasco en 1986, un drama humano en el cual los hombres tienen bases en Marte y Titán, el satélite de Saturno. La tecnología sigue con su constante innovadora, y el humano sigue siendo su actor principal. El presente apunta a esta utopía de la colonización espacial donde lo humano sigue estando en la ecuación. Pienso esto y me pregunto nuevamente: ¿podemos evitar el ocaso del último hombre?, ¿podemos pensar en algún momento materializar la ficción de Stanislaw Lem? No lo sé. Nuestra herencia, nuestra tradición, la humanidad y su historia es contradictoria, dio origen a la democracia y al totalitarismo. El último humano no será más que el reflejo de la última forma de organización social; allí donde ya no haya humanos organizados no habrá humanos.

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